En el transcurso de mi vida he conocido sólo a una o dos personas que
comprendieran el arte de Caminar, o sea, de dar paseos, que tuvieran, por así
decirlo, el don de sauntering
palabra de origen admirable que deriva de «los holgazanes que vagabundeaban
por el país en la Edad Media y pedían limosna con el pretexto de dirigirse à la Sainte Terre», a Tierra Santa, por lo que los niños exclamaban «Ahí va un Sainte-Terrer», el que se dirige a
Tierra Santa. Los que nunca van a Tierra Santa en sus caminatas, como
pretenden, no son más que meros holgazanes o vagabundos; pero los que allí se
dirigen son auténticos paseantes, en el buen sentido, como yo lo entiendo.
Algunos, sin embargo, creen que la palabra deriva de los sans terre, o sea, sin tierra ni hogar, lo que, por consiguiente y
también en el buen sentido, significaría sin hogar fijo pero «como en casa» en
todas partes. Puesto que éste es el secreto de un buen paseo. Puede que quien
se queda sentado en una casa todo el tiempo sea el vagabundo más grande que
exista; pero el paseante, en el buen sentido, no es más vagabundo que el río
serpenteante que busca con afán el camino más corto al mar. Yo, no obstante,
prefiero la primera etimología, seguramente la más probable. Porque cada paseo
es una especie de cruzada a la que algún Pedro el Ermitaño interior nos invita
a lanzarnos para reconquistar esta Tierra Santa de manos de los infieles.
Es verdad, no somos más que timoratos cruzados; hoy en día ni los
caminantes acometemos empresas tenaces e interminables. Nuestras expediciones
son sólo vueltas, y regresamos al anochecer al viejo calor de la lumbre del que
hemos partido. La mitad de la caminata consiste en volver sobre nuestros pasos.
Tal vez deberíamos lanzarnos al más corto de los paseos con espíritu de
imperecedera aventura, con idea de no regresar jamás, listos para enviar sólo
el corazón embalsamado a nuestro desolado reino. Si estás preparado para dejar
a tu padre y madre, hermano y hermana, mujer, hijos y amigos, y no volver a
verlos... Si has pagado tus deudas, hecho tu testamento y dejado tus cosas en
orden... Si eres un hombre libre, entonces estás listo para echar a andar.
Pasear- Henry David Thoreau
Aún no estoy lista para echarme a andar, me falta hacer el testamento. Pero después de dos años de profundo letargo he sentido que ya era el momento de desperezarse y hacer una pequeña caminata. Y que mejor sitio que el fin del mundo para dejar de hibernar. Dicho y hecho. Me he ido hasta el fin del mundo, que a nosotros, los gallegos, nos queda a la vuelta de la esquina. He estado en Fisterra y Muxía, dos pequeños y preciosos pueblos, que merecen ser visitados al menos una vez en la vida.
He caminado desde Santiago hasta la "Costa da Morte", en la zona más occidental de Galicia. Esta zona era para los antiguos el último lugar de tierra conocida, el tramo final de un itinerario marcado en el cielo por la Vía Láctea.
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He seguido una ruta
jacobea que al contrario de todas las demás rutas no acaba en Santiago
sino que acaba en el cabo de Fisterra (89 km) o
bien en el Santuario de A Barca (87 km). |
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SANTIAGO-NEGREIRA
AGUAPESADA
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Puente medieval |
PONTEMACEIRA
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Puente sobre el río Tambre, siglo XIV, reconstruido en el siglo XVIII
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Pazo Neomedieval |
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Capilla de San Brais |
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Monumento al Peregrino |
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Monumento al emigrante |
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NEGREIRA- OLVEIROA
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Iglesia parroquial de San Xulian de Negreira |
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A Pena |
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Mi albergue favorito |
OLVEIROA-FISTERRA
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Ermita Ntra Sra. Das Neves |
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Cruceiro das Neves |
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Alto do cruceiro da armada |
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CEE |
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Playa Langosteira |
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Faro de Fisterra |
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Puesta de sol- Fisterra |
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OLVEIROA-MUXIA
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Dumbría |
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Iglesia San Martiño de Ozón |
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Templo románico siglo XII- Moraime |
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Muxía |
FISTERRA-MUXÍA
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Fisterra |
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Antes |
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Ahora |
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Santuario de Ntra Sra. de La Barca |
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Puesta de sol- Punta de la Barca |
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