sábado, 19 de febrero de 2011
Fotografías con historia :Kom Ombo
Me encanta hacer fotografías aunque soy muy mala fotógrafa, incluso hay quien se empeñaría en afirmar que no me esfuerzo nada en mejorar la calidad de las fotos que hago. Hasta puede que sea cierto y lo único que me interese es captar ciertos instantes. Mis fotos podrían ser utilizadas para una clase , de ésas guays, en donde te explican las mates con ejemplos amenos y divertidos. Señorita Seni, por favor, calcule el ángulo de inclinación hacia la izquierda de la siguiente foto. Bueno, pues eso, que soy muy mala fotógrafa pero tengo fotos para dar y tomar y he pensado que éste sería un lugar interesante para comentar algunas de esas fotos. No la calidad, por el ángel caido, sino la historia o intención de la foto.
Aquí va la primera (foto hecha a un templo en la preciosa villa egipcia de Kom Ombo). Andaba con un amigo de paseo por Egipto, cuando el destino y el barco me llevaron a Kom Ombo. La gente que nos acompañaba en el viaje era algo temerosa de Alá y sólo salía en compañía del guía. Yo había leído mucho sobre el agradable temperamento del pueblo egipcio y le comenté a mi amigo la posiblidad de salir a contemplar el cielo estrellado fuera del barco. Él no las tenía todas consigo y barajó por un instante la posibilidad de no aceptar mi propuesta pero no queriendo admitir que tenía algo de temblor miedica, aceptó. Pues allá fuimos los dos, con noche cerrada, a contemplar los templos a la luz de la luna. Estábamos aprovechando esos momentos extasiantes cuando un agradable y esbelto soldado egipcio nos sacó de nuestra obnubilación. Tras un hola, ¿qué tal? nos preguntó de dónde eramos, en que gastábamos nuestro tiempo, y otras treinta o cuarenta preguntas de ésas típicas que se hacen a alguien que acabas de conocer. Después de un rato de amena charla, el soldado, al ver lo enrollados que éramos, se ofreció a llevarnos a un lugar especial para que pudiésemos hacer una fotos
increibles de los templos. Yo no cabía en mí y eso que tengo bastante espacio donde caber y acepté encantada. Pues allá me voy con mi amigo y el soldado en busca del mirador perfecto. A partir de aquí la historia deja de ser jovial para convertirse en una historia de terror kingniana, bueno tal vez exagere un poco, pero si no eres persona de emociones fuertes mejor que no sigas leyendo. El soldado nos elevó hacia las alturas por un terraplén en bastante mal estado que
hacía dificultoso el caminar, subí jadeando lo mejor que mis limitadas capacidades me permitíeron. De repente, no sé si fue cosa del ángel caído o del temor colectivo inconsciente, pero lo cierto es que sentí temblor miedica, más bien terror miedica, sentí en mi cuello el aliento del soldado , presentí su fusil guardando mis espaldas y pensé, anda y si decide eliminarnos y convertirnos en alimento para esta sagrada tierra. Cuando llegué a lo alto y el soldado, con una sonrisa de oreja a oreja, me indicó un pequeño hueco desde donde debía tomar las fotos, mis manos temblaban tanto que semejaba una enferma de parkinson en estado avanzado. Saqué cuatro o cinco fotos, la que podéis contemplar fue la mejor de todas.
Una vez hechas las fotos bajé por aquel terraplén a velocidad de vértigo, y ya abajo, más calmada, di al sonriente soldado la propina correspondiente, agradeciéndole para mis adentros el que no hubiese decidido enviarme para el otro mundo tan joven. Nunca le he comentado a mi amigo estos instantes de debilidad y espero que quede entre nosotros.
Foto del templo hecha al día siguiente con el pulso algo más firme.
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