Aunque ahora estamos peleados, me divierto mucho cada vez que el tigre me come. En casa me buscan y me buscan hasta que se cansan. Yo no les digo nada cuando estamos cenando y tampoco cuando se acuerdan y me preguntan dónde estuve. El tigre aparece cuando tiene ganas de comer. A veces yo no tengo ganas de que me coma pero él insiste; me dice que si no me puede comer enseguida no va a venir más. Entonces tengo que aflojar y dejarme comer. Ya conozco todo adentro del tigre y la verdad que me gusta mas la parte de afuera; a veces me llevo una historieta y si me come mucho rato puedo leer bastante. La última vez me encontré con una nenita que hacía ya tiempo que la estaba comiendo y ella seguía de lo más contenta. No me gustó que el tigre comiera a otra persona aparte de mí y se lo dije. Él me respondió algo que no entendí pero igual me empaqué y no dejé que me comiera ni una sola vez más.
Él se creerá muy señor y dueño de hacer lo que quiera pero yo también tengo derecho. La nena se asomó y me quiso convencer pero le hice pito catalán. El pobre tigre me dio lástima cuando repetía lo que me dijo antes y que ahora entendí, decía algo así como que en la variación está el gusto.
Yo sé que nos vamos a amigar de nuevo pero igual. Me fui para atrás de la casa y le dije al león, que hace mucho me esperaba: Hola, Rey de la Selva. ¿Tienes hambre hoy?
Ramón Funes
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