domingo, 14 de agosto de 2011

El tren

                     

De niña me encantaba viajar en tren.El viaje más largo nunca fue más allá de los doscientos kms. Cortas distancias recorridas en largos de periodos de tiempo, pero por aquel entonces  aún no me consumía la impaciencia de llegar. Luego fui creciendo y mi profundo amor por los viajes en tren se fue apagando poco a poco. Cuando aún no había alcanzado el cuarto de siglo tuvo lugar uno de esos viajes que me sirvió de piedra de toque. Me dirigía de Madrid a Vigo y  me tocó un vagón lleno de jovenzuelos porreros que consumían los porros a mayor velocidad que yo los chicles de fresa ácida y con la calefacción a todo gas, sin posibilidad de abrir la ventana y respirar aire puro. Aquel ambiente  era asesino. Menos mal que a pesar de mi corta edad tuve algo de «sentidiño» y me pasé la mayor parte del viaje en un estrecho pasillo entre militares que supongo regresaban a sus casas para celebrar las fiesta navideñas. Tuve que escuchar rocambolescas historias sobre la mili pero eso no fue nada comparado con lo que me podría haber ocurrido en aquel vagón infernal. Ese viaje supuso un punto de inflexión. A partir de entonces empecé a usar otros medios de transporte alternativos, el autobús primero, y el avión después, cuando ya me pude permitir pagar los billetes. Sólo ocasionalmente hice algún viaje en tren por causas de fuerza mayor ( que si perdí el avión, que si huelga de autobuses...). Seguí creciendo y me hice aún más mayor, y tuve algo más de dinero, y me permití viajar a lugares más lejanos, en donde volví a reencontrarme con el tren.
Mi último gran viaje en tren fue en China. Cuatro mil kms sobre vías. Viajar en tren en China es toda una aventura. Desde comprar el billete, nada fácil, hay tanta variedad de billetes como habitantes tiene China ( a lo mejore exagero un poco) hasta conseguir encajar en tu cama si sientes claustrofobia o acostumbrarte a los costumbres locales (hacen filas en el lugar exacto donde se va abrir la puerta del tren para acceder a los  trenes con asientos no numerados o lanzan a sus lindos bebés sin pañales sobre tu cabeza , cuántos rezos para evitar lluvias doradas, o conversan contigo todos sonrientes como si fueses políglota, no llegué a saber si no les resultaba extraño mi mudez). Fue un gran viaje que me volvió a aquella infancia en donde viajar en tren era la mayor de las aventuras. Espero pronto hacer otro gran viaje en tren: de Redondela a Vigo sobre la maravillosa ría. Os mantendré informados.






























                  

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