Estaba contenta porque los encantadores guardaparques me habían invitado a una excursión en lancha a la isla de Pan de Azúcar. Respeto mucho toda cantidad de agua que supere el metro de altura por lo que estaba algo nerviosilla a pesar de llevar un chaleco salvavidas que casi me superaba en altura. Toda valiente, allá me fui con los guardas y su lancha, a la busca de pingüinos y seres varios. Pero al llegar al mar, la mar no estaba lo calmada que debiese y allí los ves a todos con las manos en los bolsillos y durante un buen rato con la mirada perdida en el horizonte. Yo no sé lo que miraban pero miraba con el mismo ímpetu que todos ellos, a ver si encontraba algún indicio que me informase si iba haber o no excursión. Después de un buen rato los guardas hicieron algún intento de echar la lancha al mar pero fracasaron. Ya pensarán que me quedé sin excursión. Pues no. Al final, unos amables pescadores nos llevaron en su barca, Javiera, convirtiéndose en uno de los viajes más bonitos que recuerdo. |
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