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Cuando me muera no quiero velatorio, ni entierro. Espero no tener epitafio, ni tumba, ni flores a mis pies el día de todos los Santos. He dejado dicho que deseo que mis cenizas se esparzan en un bonito parque donde la gente suele ir a correr. Creo que será delicioso sentir sobre una, las pisadas de atléticos y sudorosos mozos, incluso acompañarlos un ratito, entre sus zapatillas, siempre que no sea un día excesivamente lluvioso.
Hace unos días que se ha muerto mi madre. Se quedó con nosotros algún tiempo más del que le hubiese gustado y lo utilizó para prepararnos para su marcha. Como era mujer previsora, decidió con calma que ropa llevar puesta en su último viaje y escogió ser incinerada, imagino que para hacérnoslo más fácil, pero se olvidó comentarnos que hacer con sus cenizas. Los hermanos nos reunimos y decidimos esparcir sus cenizas en aquellas tierras que le vieron nacer y crecer en sus años mozos. Entonces intervino el resto de la familia que no veía con muy buenos ojos que mi pobre madre se convirtiese en polvo del camino y una de mis primas nos comentó que era una pena que nuestra madre descansase eternamente a metros de su padre y hermana pudiendo estar juntos y como decía William James, verdad es lo que funciona, en ese momento, una panda de ateos vimos estupendo que mi madre descansase en el cementerio junto a sus seres más queridos. Creo que jamás pensaría en vida que la llevaríamos a tal lugar. Ella que era creyente no le dio importancia al lugar donde descansar, todos le valían. Nosotros, que creemos poco, nos alegramos en el fondo de tener un lugar físico en donde poder ir a visitarla de vez en cuando. |
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