domingo, 13 de marzo de 2011

La balsa de piedra

De un habitante del norte no oiríamos lo que vamos a oír, si nos paramos a preguntar a aquel hombre que va allí, a horcajadas en un burro, qué piensa del extraordinario caso de haberse separado de Europa la Península Ibérica, tirará del ronzal, Sooo, y responderá sin morderse la lengua, Todo esto es una payasada. Roque Lozano juzga por las apariencias, con ellas forma una razón que es suya y buena de entender, contémplese la serenidad bucólica de estos campos, la paz del cielo, el equilibrio de las piedras, las sierras Morena y Aracena igualitas desde que nacieron, o, si no tanto, desde que nacimos nosotros, Pero la televisión mostró que los Pirineos se abrieron como una sandía, argumentamos usando una metáfora al alcance de la comprensión del rústico, No me fío de la televisión si no lo veo con mis propios ojos, estos que se comerá la tierra, no me fío, responde Roque Lozano sin desmontar, y qué va a hacer, Dejé a la familia ocupándose de las cosas y voy a ver si es verdad, Con sus ojos que la tierra se comerá, Con estos ojos míos que la tierra todavía no se ha comido, Y espera llegar hasta allí en burro, Cuando él no pueda conmigo, iremos a pie los dos, Cómo se llama el burro, Un burro no se llama, le llaman, Entonces cómo llama a su burro, Platero, Y van de viaje, Platero y yo, Puede decirnos hacia dónde queda Orce, No señor, no lo sé, Parece que es pasada Granada, Ah, pues entonces les queda mucho que andar, y ahora adiós, señores portugueses, mucho mayor es mi jornada y voy en burro, Es probable que cuando llegue ya no vea Europa, Si no la veo es porque nunca ha existido. En definitiva, tiene entera razón Roque Lozano, que para que las cosas existan son necesarias dos condiciones, que el hombre las vea y que les ponga nombre.
                                                                                                                            José Saramago

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