martes, 10 de mayo de 2011

Tango

                                                     

Estaba con mi querida hermana visitando la preciosa ciudad de Praga cuando vimos un cartel anunciando un festival de tango. Mi hermana amante de lo argentino propuso que fuésemos a una actuación de dicho festival. Al llegar al teatro ya nos soprendió, de entrada, lo elegantes que iban los checos para acudir a un simple evento musical  pero más fue nuestra sorpresa cuando en lugar de danzarines argentinos nos topamos con una orquesta y tango checos. Con el tiempo he aprendido que el tango es mucho más universal de lo que yo nunca hubiese podido imaginar.



                

El tango

¿Dónde estarán? pregunta la elegía                                       
de quienes ya no son, como si hubiera
una región en que el Ayer, pudiera
ser el Hoy, el Aún, y el Todavía.

¿Dónde estarán? (repito) el malevaje
que fundó en polvorientos callejones
de tierra o en perdidas poblaciones
la secta del cuchillo y del coraje?

¿Dónde estarán aquellos que pasaron,
dejando a la epopeya un episodio,
una fábula al tiempo, y que sin odio,
lucro o pasión de amor se acuchillaron?

Los busco en su leyenda, en la postrera
brasa que, a modo de una vaga rosa,
guarda algo de esa chusma valerosa
de Los Corrales y de Balvanera.

¿Qué oscuros callejones o qué yermo
del otro mundo habitará la dura
sombra de aquel que era una sombra oscura,
Muraña, ese cuchillo de Palermo?

¿Y ese Iberra fatal (de quien los santos
se apiaden) que en un puente de la vía,
mató a su hermano, el Ñato, que debía
más muertes que él, y así igualo los tantos?

Una mitología de puñales
lentamente se anula en el olvido;
Una canción de gesta se ha perdido
entre sórdidas noticias policiales.

Hay otra brasa, otra candente rosa
de la ceniza que los guarda enteros;
ahí están los soberbios cuchilleros
y el peso de la daga silenciosa.

Aunque la daga hostil o esa otra daga,
el tiempo, los perdieron en el fango,
hoy, más allá del tiempo y de la aciaga
muerte, esos muertos viven en el tango.

En la música están, en el cordaje
de la terca guitarra trabajosa,
que trama en la milonga venturosa
la fiesta y la inocencia del coraje.

Gira en el hueco la amarilla rueda
de caballos y leones, y oigo el eco
de esos tangos de Arolas y de Greco
que yo he visto bailar en la vereda,

en un instante que hoy emerge aislado,
sin antes ni después, contra el olvido,
y que tiene el sabor de lo perdido,
de lo perdido y lo recuperado.

En los acordes hay antiguas cosas:
el otro patio y la entrevista parra.
(Detrás de las paredes recelosas
el Sur guarda un puñal y una guitarra.)

Esa ráfaga, el tango, esa diablura,
los atareados años desafía;
hecho de polvo y tiempo, el hombre dura
menos que la liviana melodía,

que solo es tiempo. El Tango crea un turbio
pasado irreal que de algún modo es cierto,
el recuerdo imposible de haber muerto
peleando, en una esquina del suburbio.

Jorge Luis Borges

http://tinyurl.com/67zvhbx



                  

                       

                       

                       




   

       



Bandoneón
me jode confesarlo
pero la vida es también un bandoneón
hay quien sostiene que lo toca dios
pero yo estoy seguro que es troilo
ya que dios apenas toca el arpa
y mal

fuere quien fuere lo cierto es
que nos estira en un solo ademán purísimo
y luego nos reduce de a poco a casi nada
y claro nos arranca confesiones
quejas que son clamores
vértebras de alegría
esperanzas que vuelven
como los hijos pródigos
y sobre todo como los estribillos

me jode confesarlo
porque lo cierto es que hoy en día
pocos
quieren ser tango
la natural tendencia
es a ser rumba o mambo o chachachá
o merengue o bolero o tal vez casino
en último caso valsecito o milonga
pasodoble jamás
pero cuando dios o pichuco o quien sea
toma entre sus manos la vida bandoneón
y le sugiere que llore o regocije
uno siente el tremendo decoro de ser tango
y se deja cantar y ni se acuerda
que allá espera
el estuche.
Bandoneón - Mario Benedetti














      
Tango para pareja de mujeres                     

Me diste, y yo te di, y las dos nos dimos.
Nos dimos tanto que ahora guardo dentro
esparadrapos, moratones. Entro
y veo con espanto lo que hicimos.

¿Vas tú mejor que yo? Nos avinimos
a dar y a dar, y en ese torpe encuentro
yo quedé a mil kilómetros del centro
que fue nuestro una vez, pues nos quisimos.

Espero, compañera, que tu vida
conozca resplandores nunca vistos;
que otra te dé otro trato y otra vida.

Si soy yo quien hoy paga con su herida
y tú sabes lanzarte a brazos listos,
ya doy por buena aquella despedida.

Enrique Cuesta
      
                     

No hay comentarios:

Publicar un comentario