Las
mujeres celtas eran muy desinhibidas por el contacto que mantenían con los
hombres desde su infancia. Tenían muy poco de pudorosas, a pesar de lo cual les
gustaba adornarse y cuidar su físico. Se lavaban dos veces o más al día, lo que
no hacían ni las damas romanas, trenzaban
sus largos cabellos rubios o
pelirrojos y llevaban muchos adornos. En ocasiones cosían pequeñas
campanas en los bordes de sus vestidos con el fin de llamar la atención. Para
las fiestas se cubrían con capas muy
vistosas, en las que aparecían rayas o cuadros acompañados de bordados de oro y plata.
Cuando
deseaban sentirse bonitas se pintaban las uñas de las manos y los pies, daban color a sus
mejillas con una hierba llamada «ruan» y oscurecían sus ojos con el jugo de las
bayas. Tan exquisito concepto de la coquetería desaparecía en ellas en el momento que participaban en la guerra o veían
en peligro a su familia.
Esto
es lo que escribió el comentarista romano Ammanianus Marcellinus
sobre las mujeres celtas: Un ejército
entero de extranjeros sería
incapaz de detener a un puñado de galos si éstos
pidiesen ayuda a sus mujeres. Las he visto surgir de sus cabañas convertidas en unas furias: hinchado el blanco cuello, rechinando los dientes y esgrimiendo una estaca
sobre sus cabezas, prontas a golpear
salvajemente, sin olvidarse de las patadas y los mordiscos, en unas
acciones tan fulminantes que se diría que
todo en ellas se ha convertido en una especie de catapulta. Unas lobas
en celo no lucharían tan rabiosamente para
proteger a su camada como ellas...
Esto
obedecía al hecho de que las mujeres empezaban a trabajar desde que se
sostenían sobre sus pies, amaban a los suyos con más pasión que a su
propia persona y conocían el manejo de las armas desde la niñez. Debemos recordar que las tribus celtas eran viajeras, luego sabían que les
aguardaban muchas luchas, sin
olvidarse de la cantidad de animales salvajes que merodeaban por todas partes, en especial lobos,
osos y serpientes.
Los Celtas-Manuel Yáñez Solana
Los Celtas-Manuel Yáñez Solana
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