Cuando el rey don Juan de Portugal
se vio forzado, en los primeros años del siglo XIX, a refugiarse en el Brasil,
tuvo, pues su majestad fue muy braguetero, por combleza o manfla, querida o
menina, a la más linda mulatica de Río de Janeiro, relaciones pecaminosas que,
a la larga, dieron por fruto un muchacho, lo que nada tiene de maravilloso,
sino de muy natural y corriente. ¡Esos polvos traen esos lodos!
Entiendo que la moza exprimió al
rey don Juan, dejándolo con menos jugo que a limón de fresquería.
Dicen las crónicas que Patrocinio,
tal se llamaba la bagaza, era caliente y alborotada de rabadilla, lo que la
producía gran titilación y reconcomio en el clítoris.
Con ella, los cortesanos no tenían
más que invitarla a beber una copa de onfacomelí (licor africano), y ... a
cabalgar se ha dicho ...
Sospecho que Patrocinio era tan
puta como cualquier chuchumeca de Atenas; cuando a un hombre le venía en gana
echar un polvo con una de esas pécoras, no tenía para qué gastar palabras;
bastábale con cerrar el puño, levantando el dedo índice. Si la hembra no estaba
con patente sucia, o tenía otro compromiso ajustado, le contestaba cerrando el
pulgar, en la forma de anillo o círculo.
Y ya saben ustedes, por si lo
ignoraban, cuál fue el origen de esta mímica, que hasta ahora subsiste, entre
las mozas de burdel. El macho también formaba anillo, metía en él el índice, y
daba luego un taponazo, que era como decir: All right.
Barruntos tenía el rey de las
frecuentes jugarretas de su coima, pero no se atrevía a rezongar, por falta de
pruebas; al cabo, durmiósele un día el diablo a la muchacha y sorprendiéndola
su señor, como dice la Epístola de San Pablo illa sub, ille super, allí fue
Troya. Don Juan la encerró, por un año, en la prisión de prostitutas, y mandó
al chico al Seminario de Lisboa; corriendo los tiempos, lo hizo arzobispo de
Coimbra.
Jubilada ya Patrocinio en la
milicia de Venus, aunque nunca había estado en correspondencia con su
ilustrísimo y reverendísimo hijo, no pudo negarse a dar una carta de
recomendación, a su confesor, para el arzobispo de Coimbra, llamado a entender
en el asunto que lo llevara a Portugal.
Leyó su ilustrísima la carta,
complació al portador en sus pretensiones, y cuando éste fue a despedirse,
pidiéndole órdenes para Río de Janeiro, le dio la siguiente carta para
Patrocinio:
Señora: Su recomendado le dirá que
lo he servido a pedir de boca. No vuelva usted a escribirme, y menos tratándome
como cosa suya, porque os filhos naturales do rey non tenhem madre. Dios la
guarde.
No era Patrocinio de esas que
lloran a lágrimas de hormiga viuda, ni habría ido a Roma a consultar al Padre
Santo la respuesta que cabría dar a la fatuidad del arzobispillo.
He aquí su contestación:
Señor mío: Agradeciendo sus
atenciones que a mi confesor ha dispensado, cúmpleme decirle que os filhos de
puta non tenhem padre. Dios le guarde.
Ricardo Palma
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