Un día, después de haber estado alborotando, Bastian se sentó, un poco
sin aliento, y preguntó:
- ¿No podría quedarme siempre contigo?
El león sacudió la melena.
- No, señor.
- ¿Por qué no?
- Aquí sólo hay vida y muerte, sólo Perelín y Goab, pero no hay
historias. Y tú tienes que vivir tu propia historia. No debes quedarte aquí.
- Pero ¡si no puedo marcharme! -dijo Bastian-. El desierto es
demasiado grande para que nadie pueda salir de él. Y tú no puedes llevarme,
porque llevas el desierto contigo.
- Los caminos de Fantasía -dijo Graogramán- sólo puedes encontrarlos
con tus deseos. Y sólo puedes ir de un deseo a otro. Lo que no deseas te
resulta inalcanzable. Eso es lo que significan aquí las palabras «cerca» y
«lejos». Y tampoco basta con querer marcharse de un lugar. Tienes que querer ir
a otro. Tienes que dejarte llevar por tus deseos.
- Pero si yo no deseo marcharme... -respondió Bastian.
- Tendrás que encontrar tu próximo deseo -contestó Graogramán casi
serio.
- Y si lo encuentro -preguntó Bastian-, ¿cómo podré marcharme de aquí?
- Escucha, señor -dijo en voz baja Graogramán-: hay en Fantasía un
lugar que conduce a todas partes y al que puede llegarse desde todas. Ese lugar
se llama el Templo de las Mil Puertas. Nadie lo ha visto nunca por fuera,
porque no tiene exterior. Su interior, sin embargo, está formado por un
laberinto de puertas. El que quiera conocerlo tiene que atreverse a entrar.
- ¿Cómo es posible, si uno no puede acercarse por fuera?
- Cada puerta -prosiguió el león-, cada puerta de Fantasía entera,
hasta una puerta completamente corriente de establo o de cocina, incluso la
puerta de un armario, puede ser, en un momento determinado, la puerta de
entrada al Templo de las Mil Puertas. Si el momento pasa, la puerta vuelve a
ser lo que era. Por eso nadie puede entrar una segunda vez por la misma puerta.
Y ninguna de las mil puertas conduce otra vez al lugar de donde se vino. No hay
vuelta atrás.
- Pero, cuando se está dentro, ¿se puede salir otra vez a alguna
parte?
- Sí -respondió el león-, pero no es tan fácil como en las casas
corrientes. Porque a través del laberinto de las mil puertas sólo puede guiarte
un deseo auténtico. Quien no lo tiene ha de vagar por el laberinto hasta que
sabe lo que desea. Y a veces hace falta mucho tiempo para eso.
- ¿Y cómo se puede encontrar la puerta de entrada?
- Hay que desearlo.
Bastian meditó largo tiempo, y dijo luego:
- Es extraño que no se pueda desear simplemente lo que se quiere. ¿De
dónde vienen realmente los deseos? ¿Y qué es eso, un deseo?
Graogramán miró al muchacho con los ojos muy abiertos, pero no
respondió.
****
Unos días más tarde, tuvieron otra vez una conversación muy
importante.
Bastian le enseñó al león la inscripción del reverso de la Alhaja.
- ¿Qué significa? -preguntó-. «HAZ LO QUE QUIERAS». Eso quiere decir
que puedo hacer lo que me dé la gana, ¿no crees?
El rostro de Graogramán pareció de pronto terriblemente serio y sus
ojos comenzaron a arder.
- No -dijo con voz profunda y retumbante-. Quiere decir que debes
hacer tu Verdadera Voluntad. Y no hay nada más difícil.
- ¿Mi Verdadera Voluntad? -repitió Bastian impresionado-. ¿Qué es eso?
- Es tu secreto más profundo, que no conoces.
- ¿Cómo puedo descubrirlo entonces?
- Siguiendo el camino de los deseos, de uno a otro, hasta llegar al
último. Ese camino te conducirá a tu Verdadera Voluntad.
- No me parece muy difícil -opinó Bastian.
- Es el más peligroso de todos los caminos -dijo el león.
- ¿Por qué? -preguntó Bastian-. Yo no tengo miedo.
- No se trata de eso -retumbó Graogramán-. Ese camino exige la mayor
autenticidad y atención, porque en ningún otro es tan fácil perderse para
siempre.
- ¿Quieres decir que no siempre son buenos los deseos que se tienen?
-trató de averiguar Bastian.
El león azotó con la cola la arena en que estaba echado. Agachó las
orejas, frunció el hocico y sus ojos despidieron fuego. Bastian se agachó
involuntariamente cuando Graogramán, con una voz que hizo vibrar nuevamente el
suelo, dijo:
- ¡Qué sabes tú lo que son deseos! ¡Qué sabes tú lo que es o no es
bueno!
Bastian pensó mucho al día siguiente en todo lo que la Muerte
Multicolor le había dicho. Sin embargo, muchas cosas no se pueden averiguar
pensando: hay que vivirlas. Y por eso sólo mucho más tarde, cuando había vivido
mucho, recordó las palabras de Graogramán y empezó a comprenderlas.
Michael Ende
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