viernes, 18 de noviembre de 2011

Loco parentis

Papá: Es hermoso, ¿verdad?
Mamá: ¡Tan nuevo, sin un rasguño! ¡Igual que un coche de la sala de muestras o una turbina que nunca
ha girado! ¡Como un reloj nuevo!
Papá: Estás entusiasmada, ¿eh? ¿Intentas decirme algo?
Enfermera: ¿No es precioso? Pero sólo tiene diez meses. Necesitará todo tipo de cuidados. Limpieza y
alimentación.
Papá: Oh, yo sé de todo eso. He estado observando.
Mamá: Querrás decir que los dos sabemos.
Enfermera: Ambos aprenderán, estoy segura. (Deja al bebé y se va).
Papá: ¿Por qué has hablado de una turbina? He oído decir que, debido a que hay tantas parejas como
nosotros, que desean tener hijos pero no pueden tenerlos, construyen robots, simulacros semivivientes,
igual que niños, para satisfacer el instinto. Una noche al mes los cambian por otros mayores, de manera que los propietarios creen que el niño está creciendo. Algo así como comer fruta de cera.
Mamá: Eso es absurdo. Pero mutan el plasma germinal de los chimpancés (Pan satyrus) para que se
parezcan a los humanos, produciendo simios semihumanos para que se ocupen de ellos. Es como si el
órgano ofreciera su música cuando nadie escuchara salvo el mono que lo toca.
Papá: (Apartando la sábana del bebé). Él no es un chimpancé mutado. Fíjate en lo rectas que son sus
piernas.
Mamá: (Tocando al niño). No es una máquina. Nota lo caliente que está. Calor auténtico. Y lo tiene aun
cuando ninguna de sus partes esté moviéndose.
Hijo: ¿Puedo irme a jugar?
Mamá: ¿Con quién?
Hijo: Con Jock y Ford. Jugaremos con cometas y nos subiremos a los árboles.
Mamá: En tu lugar, yo no jugaría con Ford. Le vi cuando cayó y se hirió la rodilla. La sangre no brotaba
en chorros normales. Salía, eso es todo, como algo que se está vaciando.
Papá: En tu lugar evitaría a Jock. Come demasiada fruta y no apruebo su gusto para vestir.
Hijo: Jock no se pone ropa.
Mamá: A eso se refiere tu padre.
Hijo: Quiero a su hermana. (Se va).
Papá: No llores. Crecen tan de prisa... Todo el mundo te lo ha dicho siempre, ¿no?
Mamá: (Todavía sollozando). No es eso. ¡La hermana de Jock!
Papá: Una chica encantadora. Perturbadoramente hermosa, de hecho.
Mamá: ¡La hermana de Jock!
Hijo: (Vuelve a entrar, seguido de un matrimonio de edad madura). Mamá, papá, estos señores me
dicen que ellos son mis verdaderos padres. Y que ahora que ya he crecido lo bastante como para no darles
demasiados problemas, aparte de la enseñanza, han venido a reclamarme.
Señor Dumbrouski: Hemos explicado al muchacho lo útiles que son unos seudopadres adoptivos, al
permitir a la gente auténtica el necesario tiempo de ocio.
Señora Dumbrouski: Siempre he opinado que es una profesión honorable. Además, al ocupar el lugar
de personas en oficinas donde se supone que éstas se encuentran trabajando, los seudopadres incrementan
de un modo provechoso el prestigio de sus supervisores nominales. ¿No es cierto, querido?
Señor Dumbrouski: Sí, muy cierto. Tengo varios trabajando en mi lugar, aunque jamás lo reconocería en
la oficina.
Hijo: Adiós, mamá y papá. Sé que uno de vosotros, o los dos, podéis ser una máquina, o un mono, o
ambas cosas a la vez, pero nunca os olvidaré. No vendré a visitarlos, porque alguien podría verme, pero
nunca los olvidaré. (Se vuelve hacia el señor Dumbrouski). ¿Distinguiré cuál es el uno y cuál es el otro
cuando haya tenido tiempo de pensar en ello?
Enfermera: ¿No es precioso? Pero sólo tiene diez meses. Necesitará todo tipo de cuidados. Limpieza y
alimentación.
Papá: ¡Como un renuevo de bambú!
Mamá: ¡Igual que el reflector de un faro que acaba de salir del tanque plateado!
Enfermera: Aprenderán, estoy segura. (Deja al bebé y se va).
Niño: ¿Puedo sentarme aquí, junto al reloj, para comer mi plátano?
Mamá y Papá: ¡Hijo mío!

Gene Wolfe

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